En una sociedad tan tradicional como era el mundo rural hasta hace poco la religión se mezclaba con lo esotérico y el culto a los muertos era una de sus manifestaciones más visibles. De ahí que se construyeran en muchas localidades este tipo de altares para que el viajero interrumpiera su recorrido por un momento y dedicara parte de su tiempo a la oración en memoria de los fallecidos que todavía no disfrutaban del "descanso eterno".Cada vez que un vecino abandonaba el pueblo por cualquier motivo era obligación parar y rezar al menos un padrenuestro. Obligación que se extendía a cualquiera que pasara por allí, bien por piedad cristiana, por costumbre o por simple superstición.
En muchos otros sitios se conocen este tipo de monumentos como humilladeros o cruces, y están repartidos por toda España.
En Valdelomar tenemos la suerte de conservar alguno de esos monumentos cargados de historia. Son muy simples en su diseño y construcción, y valen más por lo que representan y por la memoria de nuestros antepasados que por su calidad artística.
Las ánimas de San Andrés están pegadas a la casa de Julián, el párroco, y a la vera del antiguo Camino Real. Recientemente se restauraron evitando su ruina y olvido.Las de San Martín también estaban a la orilla del Camino Real. Con el nuevo trazado de la carretera del valle se tuvo el acierto de trasladarlas a su actual emplazamiento entre San Martín y Santa María.
Las de Castrillo se fueron cayendo por la desidia y un espino creció en su interior.
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