Primera parada, el Cuevatón. A la vera de la carretera que une Cezura con Helecha de Valdivia cogimos un sendero bien marcado que en apenas doscientos metros nos hace retroceder 3.000 años.El abrigo natural de la cueva sirvió en un principio como improvisada vivienda de los primeros pastores que poblaron estas tierras. Más tarde (siglos VIII y IX) se convirtió en eremitorio,uno de los más grandes y mejor conservados de la comarca. Pese a los derrumbamientos que ha padecido y a su nula protección, aún se pueden apreciar varios de los habítaculos que en su día se excavaron en las paredes aprovechando la facilidad de la roca arenisca para este menester.
Siguiente parada: el mirador del Somo. Continuando por la carretera nos encontramos con esta atalaya privilegiada sobre Valdelomar y gran parte de Valderredible.
Tenemos ante nosotros una de las fortalezas de este estilo más grandes de Europa.Su papel en las guerras cántabras fue fundamental pues sirvió de bastión defensivo para un numeroso grupo de cántabros. La importancia de este emplazamiento lo da su posición privilegiada en el control de los accesos a la costa, pues domina un amplio territorio desde su cumbre. Se ha excavado varias veces, en una de ellas el profesor Peralta sacó a la luz en sus cercanías un campamento romano capaz de acoger dos legiones (unos 12.000 hombres), lo que da una idea de lo que supondría para los romanos su control.
Durante nuestra guerra incivil también tuvo su protagonismo. Durante un año formó parte de la línea del frente que separaba las tropas nacionales en su cumbre, de las republicanas en el Valle. Aún se conservan numerosas trincheras y parapetos de aquella época en las que perdió la vida mucha gente.Luis García Guinea, que combatió en sus posiciones, en su libro "Diario de Guerra" escribió:
¡Oh noches gélidas e inquietantes del Bernorio, con sombras misteriosas, ruidos indefinidos, fogonazos, canciones lánguidas y nostálgicas de algún centinela solitario...! Inolvidables noches del Bernorio.
Aprovechamos su cumbre con sus maravillosas vistas para tomar un poco de hornazo, beber un trago de la bota y continuar nuestro camino, que vaya frío que debían de pasar esas buenas gentes que vivieron allí arriba.
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