domingo, 22 de noviembre de 2009

ROMANICO EN VALDELOMAR. SAN ANDRES.


El Valle de Valdelomar contribuye (modestamente) a que en el Sur de Cantabria y Norte de Palencia y Burgos se concentre la mayor densidad de iglesias románicas de Europa.


Para entender mejor este fenómeno hay que retroceder hasta los siglos XI y XII. Valderredible (y toda la zona) estaban mucho más pobladas que en la actualidad. Los foramontanos que, huyendo de la invasión musulmana, se refugiaron en La Montaña, van poco repoblando el territorio a medida que los reyes castellanos establecen la frontera más al Sur. Son gente (mayoritariamente campesinos) que viven con miedo. En el día a día tienen que enfrentarse a lobos y osos que atemorizan su ganado; a sequías y tormentas que arruinan sus cosechas; y a bandidos que saquean sus pueblos. No es de extrañar que se encomienden a Dios y que quieran levantar templos para conseguir su protección. Sus intenciones se ven influenciadas por los peregrinos jacobeos que, remontando el Ebro buscando una ruta más segura, traen consigo las noticias de que desde Francia a Santiago, pueblos y ciudades levantan nuevas iglesias para agradecer los favores concedidos. El románico es , además, una manera de explicar la palabra de Dios a una población que no sabe leer ni escribir y que necesita visualizar su mensaje.


Es en este contexto cuando los concejos de los pueblos deciden encargar a los maestros albañiles la construcción de nuevos templos tomando como referencia otros con más renombre. Van apareciendo así pequeñas iglesias como la que ahora nos ocupa, la de San Andrés de Valdelomar. Datada en el siglo XII en ella se aprecia el trabajo de los canteros que también colaboraron en la construcción de los monasterios de Aguilar y San Andrés de Arroyo. La similitud en la decoración de los capiteles y la temática (hojas de palma, molduras cúbicas, molinillos vegetales) hacen que se considere indudable la participación de dichos canteros. Es con mucho la que conserva la mejor decoración de todas las de Valdelomar; destaca sobre todo la ventana del ábside, trabajada con mucho esmero, convirtiéndose en una filigrana. Como todas las demás iglesias de la zona está perfectamente integrada en el paisaje. Estamos hablando de un románico muy rural, sin ostentación, apegado a la tierra, funcional y a la vez excepcional; es (como dice mi amigo Alfonso) como si hubieramos depositado una maqueta para que cumpla las funciones de iglesia.


Mis recuerdos la asocian con esas frías tardes de Semana Santa en las que los chavales hacíamos de improvisados monaguillos para que Don Mauricio (cura nacido en el mismo San Andrés) pudiera hacer el via crucis.


Hoy apenas se dicen misas entre sus muros (aunque este verano hubo una boda), pero tenemos la obligación de conservar este patrimonio entre todos.

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