Los antiguos dujos estaban construidos con el tronco de un roble, previamente vaciado, al que se le cruzaban un par de palos para facilitar el anclaje de los panales. Se colocaban sobre una laja de piedra para aislarlo de la humedad de la tierra.
También se podían encastrar entre las paredes de la casa o pajar, llamándose entonces "hornillos". Se orientaban siempre hacia el sur, para aprovechar la luz y el calor. Los colmenares estaban situados en las inmediaciones de las viviendas, no existiendo el temor que hay hoy en día a las picaduras de las abejas, se podría decir que las abejas eran un habitante más de la casa, y se le cuidaba como al resto de los animales domésticos. Cuando nos picaba alguna (siempre por nuestra culpa, pues si a las abejas no las molestan, ellas no te pican), nos quitábamos el aguijón, embadurnábamos la picadura con barro, y a seguir.
La miel siempre ha sido un complemento que aportaba azúcar, calorías y minerales necesarios en una dieta tan pobre como era la de nuestros antepasados( mi abuelo me enseño a tomarla con tortilla e incluso con morcilla, y os aseguro que está muy rica).
Antaño no era tan fácil como hoy conseguir colmenas, así que se estaba atento a cualquier enjambre ("enxambre" se decía) que se formara por la salida de una abeja reina con su "corte" de zánganos y obreras. Se le seguía y se procuraba por todos los medios (dar golpes con dos tejas era uno) que se posara en algún sitio, para después intentar atraparlo en el "escriño", una especie de cesto con forma cónica hecho con minbre y paja de centeno. Una vez el "enxambre" dentro del escriño se le conducía hasta el colmenar, donde con todo cuidado se inclinaba junto al dujo, para que las "moscas" entraran en su nuevo hogar.
Sobre el mes de Octubre se "cataba" la miel. Para ello se levantaba la tapa del dujo (hecha con una tabla y asentada con una piedra) y se rascaba su interior con una vara de hierro de un metro de largo y terminada en una punta afilada; durante todo el proceso se fumigaba literalmente a las abejas con un pequeño ahumador para que estuvieran adormecidas. Se sacaban así los panales y se depositaban en un barreño, que se ponía sobre la chapa de la cocina añadiéndole un poco de agua para que no se pegara. Poco a poco se apretaban los panales con la mano(actividad no exenta de riesgo, pues alguna abeja te clavaba el aguijón) destilándose la miel, aunque todavía tenía bastante cera. Para eliminar el exceso de cera se pasaba todo por el "capillo", un saco de tela muy fina en el que se quedaba la cera sobrante. Cuando acababa la cata todo estaba pegajoso, pues aunque uno pusiera todo el cuidado del mundo siempre terminaba tocando algo con las manos impregnadas de miel.
Hoy ese trabajo es un poco más fácil, gracias a las movilistas y las centrifugadoras para extraer la miel, pero el producto final sigue siendo la magnífica miel de brezo, fuerte, oscura , espesa y sabrosa que podemos encontrar en nuestros pueblos. Ahora que ataca la architemida gripe A, ¿alguien conoce mejor remedio?.
1 comentario:
Mi desayuno preferido:Zumo de dos naranjas, café con leche y dos tostadas de pan con aceite de oliva y MIEL.Un saludo saludable.
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