lunes, 12 de octubre de 2009

LOS LAVADEROS EN VALDELOMAR


Aprovechando la reciente recuperación del entorno de la fuente-lavadero de San Martín, vamos a hacer un poco de historia y de paso homenajear a nuestras abuelas y madres que sufrieron sobre sus piedras.

En la actualidad tenemos uno en cada pueblo (excepto en San Andrés, que se conservan dos), cada uno con sus particularidades. El de Cezura es el único que está cubierto y todos (menos el de Castrillo) fueron objeto de rehabilitación, perdiendo su original piedra arenisca por planchas de hormigón.

Hay que tener en cuenta que hasta los años ochenta no había agua corriente en las casas, así que la dependencia de las fuentes era total. Se acarreaba el agua hasta las casas varias veces al día, para beber en los botijos y para lavarse o fregar en las herradas, unos calderos de zinc que se llevaban uno en cada mano y mantenidos por un cuadro de madera llamado "aro" que evitaba que se derramara el agua.

La imposibilidad de tener agua a voluntad y lo precario del ajuar, hacían que la colada sólo se realizara una o dos veces por semana. Se solían mudar los fines de semana (el Domingo era sagrado) y se lavaba los lunes. Se metía la ropa en jabón (hecho en casa a base de manteca) y se dejaba así uno o dos días, cambiando el agua para que aclarara; se llevaba al lavadero y allí se frotaba sobre las piedras. Las mujeres se ponían de rodillas sobre unas banquillas de madera protegidas del duro suelo por unos cojines rellenos de lana.

Los lavaderos se convertían así en el punto de reunión en el que las mujeres comentaban lo sucedido durante la semana, se contaban sus amoríos, se arreglaban los pequeños problemas del día a día y (si se podía) se congraciaban si tenían alguna rencilla.

También la fuente propiciaba el encuentro de las parejas de novios que muchas veces tenían que esconder su amor. Todavía mi madre se acuerda de cuando alguno de sus hermanos la ponía de "vigía" para que le avisara cuando iba alguna muchacha a por agua y hacerse el encontradizo.

Cada vez vamos menos a la fuente, pero si un día este otoño se os ocurre ir, meted las manos en el agua de la poza, aguantad un minuto y luego acordaos de la artrosis de nuestras madres y abuelas.

1 comentario:

alfonso dijo...

Con tres lavaderos contaba mi pueblo, el del barrio de arriba el más moderno, pues estaba cubierto con tejado y paredón al norte, se lavaba de pie y cuenta con separación para el aclarado.el del barrio de abajo, el más antiguo, etá a nivel del río, por tanto se lavaba de rodillas en la "banquilla" y sobre la tabla de lavar o sobre la propia "lavadera" (tablón de madera de haya, muy resistente en el medio acuoso)y el tercero el del barriuco.Recuerdo cuando nos mandaban a los niños a regar la ropa blanca tendida al sol sobre el verde.
En cuanto al trajín del agua, cómo tú bien dices se utilizaba el "aro"con el fin de evitar que los calderos nos pegasen en las piernas e incluso en el suelo (éramos los niños y las mujeres los encargados de esta labor) haciendo uno o varios descansos en el camino.
Yo traía agua del "dujo"(tronco de roble ahuecado de dos metros de largo por ochenta cm. de diámetro), en verano como etaba más bajo usábamos el "cachavo" (cachava invertida)para poder izar el caldero. Para la higiene personal se usaba el agua del río por su blandura y también la del "goterial", muy estimada para lavar el pelo; también para el remojo de las legumbres. Para beber íbamos con el botijo a la fuente, a la de hierro para abrir el apetito o a la mineral que en verano estaba muy fresca, tanto que nos tenían prohibido beber directamente del caño pues daba "anginas".Decir que la mayoría de las casas ,no la mía, contaban con pozo propio, o como las de Aquilino y Primitivo, adosadas, que compartían pozo labrado en la roca arenisca y situado justo en la línea divisoria de sus corrales.
Y esto es todo, amigo,como ves son historias parecidas en municipios colindantes como son Alfoz de Santa Gadea y Valderredible.Un saludo a los vallucos.